El
antiguo encargado del Cementerio, Francisco García Soriano, dada su
carencia de salud, montó un barracón de dos metros cuadrados de
superficie por un metro cincuenta centímetros de altura, con destino
a la venta de cacahuete, cambio de
novelas, etc.
a
fin de procurarse ingresos para su sustento y el de su familia.
Tenía
advertido que las novelas que vendiera habrían de ser de género
autorizado y que no podrían ser inmorales.
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